Thursday, May 25, 2006

Memorias as as s s



Por Alberto Amórtegui

A veces no se necesita nada para que los resortes de las memorias salten y se despanzurren por toda la habitación hoy solo fue necesario la cera y el óleo que sobre el cuadro he puesto para que me llegaran formas de mi niñez, la figura de la Señorita Botello maestra de dibujo y otras ciencias afines, y su maldita obsesión de que todos trazáramos líneas con espacios de diferencia de 2 milímetros. Toda la alegría que me procuraban los cuadernos nuevos al inicio del año escolar sobre todo el cuaderno apaisado de dibujo se perdía en esa interminables horas de dibujo, afuera, las mañanas se agriaban con los olores de guayaba maduras y se acholaban las tardes.
Podíamos haber pintado los pinos y las tejas de las casas vecinas, a las niñas saltando a la cuerda o el gato de las monjas que siempre dormía debajo de una de las materas.
Pero no, eso nunca se le ocurriría. Entre bostezos y ojos extraviados de tanta líneas pendejas se escapaban las mejores horas de la infancia.

“-¿Ya terminaron niños?... ahora la haremos de milímetro y medio…”-
¡No te jode!. ¡! Toma Ya!, cuando creíamos que la teníamos terminada, la maestra de la piernas de botella y la minifalda de piel nos taponaba directamente al arco con otra de sus tareas. Sin dejarnos respirar, ni siquiera levantar la mirada por encima de la ventana para mirar las niñas de 5 que ahora jugaban a saltar un elástico que ponían alrededor de los tobillos acompañadas de cantos y figuras numéricas.

“Y esta para el día de mañana”… Para acabar de joder la existencia, en tinta china y sin manchones, “recuerden que con esta materia también se puede perder el año”.
Ella salía con su contoneo de sirena dominguera en playa del río Pance y nosotros quedábamos apabullados. Perdiendo, matemáticas, geografía y dibujo, a repetir el año. Ahora que con la espátula esparzo un azul sobre el mar negro, que diluyo en agua en sangre y ocres en ceras, ahora que puedo mirar por encima de la ventana, que me olvido de la regla milimétrica ha saltado un recuerdo simple de mi infancia. Que curiosa es la memoria, ¿verdad?..

Tuesday, May 02, 2006

Bando de Villamaga "Puerto libre de los Sue�os"

Bando de Villamaga "Puerto libre de los Sue�os"

El Gran Nuevo Jefe



Por: Alberto Amórtegui

El Señor de los Vientos del altiplano citó a sus cuatro hijos para que salieran de sus casas a la misma hora. Llevaban consigo el fardo de las memorias, el polvo de los huesos roídos por los siglos de Bartolina Sisa y Tupac Katari.

María lanzó sobre la alfombrilla de fique las hojas de coca para la adivinanza.
− Jakisxaña – pronunció mientras miraba a su marido que juntaba el carbón en el hornillo.
El hombre miró por la ventana y sintió un escalofrío.
− Jikisxaña, todo se vuelve a juntar, el viento trae lo que se había perdido − dijo el viejo.

La plaza de las Peñas se llenó de fantasmas de siglos pasados. Los habitantes del pueblo escucharon hablar las voces del Tiempo. El 15 de noviembre de 1533 había caído el Imperio Inca bajo el poder de Pizarro, ese mismo 15 de noviembre pero del año de 1781 los soldados realistas aplastarían otra rebelión indígena y Tupac Katari, su gran líder, estaría a punto de ser ejecutado de una forma horrible como escarmiento a todos aquellos que quisieran imponerse al Imperio.

El capitán del pelotón español ordenó que el prisionero diera vueltas en la plaza para que todos los habitantes vieran caminar al rebelde.
− Debéis aprender de memoria lo que ocurre con los traidores a la corona, porque os ocurrirá lo mismo si decidís seguir sus pasos…

Un redoble de tambor espantó los “wanacos” y sobre la más alta de las altas peñas el Rey de los Cóndores lloró por sus hijos.

− Qué tienes que decir − increpó el capitán al prisionero.

Tupac Katari le miró a los ojos, no había odio ni rencor en sus palabras:
“A mí solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”.

− Lo que eres es un insolente, por ello empezarás a morir por tu lengua.
Y ordenó que le fuera quitada, luego fueron arrancadas sus extremidades por la fuerza de cuatro caballos para ser llevadas a los cuatro puntos cardinales y su cabeza atravesada en una gran picota para que todas las comunidades indígenas supieran qué les esperaba, y qué había ocurrido con su líder.

Bartolina Sisa escuchó desde su prisión las últimas palabras de quien había sido su gran amor, el hombre que un día ella decidió seguir y amar en su sublevación. Le había acompañado durante mucho tiempo, acampado con él en la bruma de la altiplanicie, abrigándose con las mantas de las llamas y los “wanacos”, esperando a que el gran dios Tunupa despertara a su padre el sol y la escarcha de la noche fuera derretida por el calor.

Lo lloró en silencio, con las lágrimas para adentro por no darle el gusto a sus captores de verla derrumbarse. Tupac Katari creía en lo que hacía, era parte de su vida y le debía esa razón. El 5 de septiembre del año siguiente fue ejecutada por no traicionar ese amor que más que separación era vida y esperanza.

Los Cuatro Vientos, que ahora se reunían en la placita de ese olvidado pueblo Boliviano, traían sus voces para que fueran escuchadas por todos. En las más altas de las altas peñas se había vuelto a posar el rey de los cóndores. Habían pasado muchísimos años, más de doscientos, que nunca son tantos para que la memoria refunda del todo las historias pues ellas habían sido contadas de padres a hijos y de abuelos a nietos, proclamadas en las quenas y los pututos, que son cuernos de los venados al servicio de los sueños. Lo habían dicho las hojas de la coca, que un día vendría la esperanza a salvar a los marginados y esclavizados, a los que nunca habían sido tratados como seres humanos, a los excluidos y despreciados, a los indios y los mineros que mueren de silicosis en las profundidades de los socavones.
Seres humanos que creían que sus miserias son parte de la ley de la vida.

Pacha, que significa a la vez tiempo y espacio, organizaba su ciclo. La Pachamama estaba de acuerdo, también Inti, el Padre Sol, Mama Quilla, la Madre Luna, y Cuichi que es el Arco Iris. Todos acudían a la cita y bendecían lo que ocurría allá en la capital, donde un hombre de corazón sencillo recibía el mando del Gran Pueblo.

María extendió una vez más las hojas de coca y deseó que Huiracocha, el Gran Padre Creador de la Nación, le guiara en sus decisiones. Que lo mantuvieran alejado de los Tomás Inca Lupe para que no lo entregaran a sus enemigos como le hubo ocurrido a Tupac Katari.

Y es que el ahora Gran Jefe de la Nación debía enfrentarse a poderosos para proteger a su gente. Para sacar del analfabetismo, la pobreza y la enfermedad a su pueblo. Los otros grandes jefes, los que venían a su investidura como primer presidente indígena de América Latina eran testigos no solo de la nueva revolución democrática de Bolivia sino de un cambio particular que vive el continente.

"Queremos cambiar Bolivia, no con balas, sino con votos. Esa es la revolución democrática que estamos llevando a cabo". Dijo en alguno de sus apartes el nuevo presidente de Bolivia.